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Diarios de una Mexican foodie Vol. 2

El rumor se escuchaba desde un par de días antes del anuncio oficial.

“Van a abrir los restaurantes, bares y pubs”

El tópico del día pasó de ser “Ay que raro el clima” a “Uy no! Seguro va a ser la hecatombe!” Mientras secretamente todos esperábamos con ansia.

Y llegó el día, Mr. Boris nos dio tregua, el 4 de julio “oficialmente” se reanudó la ya tradicional rutina findesemanera: Pub & Food

Aquí, su Adelita de confianza debe confesar que nunca ha sido clienta asidua de ningún pub, pero cuando de comida se trata, hasta Cholula por un cocol!

Y sin querer queriendo, se dio la casualidad de que ese domingo aún había lugares para reservar en uno de sus lugares favoritos. El pastor y su romántico idilio se reanudaría contra viento y marea.

Pues muy emperifollada, con mascarilla y antibacterial de sobra emprendío la peregrinación hasta Coals Drop Yard.

Aunque por todos lados se pueden ver letreros de “Mantenga su distancia” “Por favor deje 2 metros de separación”, por un momento parecía que el tiempo se había detenido y “Ya saben quien” a.k.a Covid-19 no existía.
Día casi perfecto: El solecito nos enrojecía lo cachetes, se escuchaba el burullo de gente, no había una sola banca libre y a lo lejos se podía escuchar un cunbion bárbaro.

IT WAS HAPPENING.

Acá entre nos, mientras más nos acercábamos al restaurante, en la panza había una mezcla de emoción e incertidumbre, era la primera vez que ejercíamos el ritual de comensal en un lugar público después de más de 100 días de lockdown.

“Bienvenidos, les vamos a tomar la temperatura”

Ya para este momento nuestra heroina se sentía como Pipíla en la entrada de la Alhóndiga, aunque por un breve momento “Y si por lo emocionada se me subió la temperatura y no me dejan pasar?” Paso por su soleada cabecita, estaba lista para hacer cualquier cosa que le pidieran con tal de comerse sus ya muy añorados tacos.

36.2.

YAY!

Dentro del restaurante “Susana Distancia” era el primer paso a seguir, limpieza meticulosa de la mesa y todo lo que los meseros agregaban conforme el tiempo pasaba.
Los cubiertos venían en una bolsita de papel, y todo el personal se lavaba las manos al menos cada 5 minutos.

La ansiedad que se había contruido terminó derrotada por una gloriosa orden de tacos al pastor.

Las verdaderas joyas de la corona de esta su adelita expatriada.

Y todo, TODO parecía efímero, porque lo único importante era que su taco tenía la cantidad perfecta de sabor, limón y salsita, que los sabores le abrazaban el alma y que casi casi una lagrimita de felicidad se le asomaba al más puro estilo Remi.

Nos llevara tiempo asimilar la nueva “normalidad” pero de granito en granito se llena el mar de arena….

Pd. Sigan ustedes lavándose sus manitas eh? 😬

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